Hoy,
después de leer uno de tus cuentos, comencé a utilizar la libreta que me
regalaste. Escribí como lo hago pocas veces, con urgencia, como si las palabras
estuvieran asfixiándome, como si de la ilación de mi prosa dependiera la vida
de Estefanía, como si sintiera que, al final de cada párrafo pudiera
encontrarte. No tengo ni la menor idea de si el resultado fue bueno o malo,
pero sé que así debería escribir siempre. Así debería vivir siempre.
A veces,
cuando me encuentro pintarrajeando estos mensajes, me pregunto si tú también me
leerás y si yo también te haré pensar que la realidad de nuestro mundo, con
todo y sus partidos de fútbol y sus políticos, está sostenida con las palabras.
No cualquier palabra, nuestras palabras.
Me gustaría que un día me lo contestarás, aunque sea en un mensaje oculto en
uno de tus cuentos. Con que sientas una ligera sospecha, como ese
entumecimiento que nos invade el cuerpo antes de enfermarnos, me bastaría.
Sé que no
te gusta hablar de esto, pero tal vez ya vaya siendo hora de que dejemos de
mandarnos mensajes. Llevamos con este juego más tiempo del que cualquier psiquiatra
consideraría sano. Incluso la policía se empieza a molestar por nuestros escritos.
Los llaman grafitis. Te dije que no
pasaría mucho antes de que empezaran a acusarnos de vandalismo. No, no lo
entienden, ni lo van a entender. ¿Y cómo quieres que lo hagan? Si reuniéramos
todo lo que nos dejamos dicho en las paredes podríamos armar un libro de
cientos de páginas.
De
cualquier forma, ¿cuál es el objetivo de permitir que cualquier extraño se
entere de nuestra vida privada? Al principio claro que me pareció un proyecto
interesante, pero todo tiene un límite. ¿Crees que me divierte cómo me ve la
gente por la calle? ¿O sus cuchicheos constantes? Discuten acerca de si nos
amamos o nos odiamos. Es vergonzoso que unos extraños estén más interesados en
descubrir lo que sentimos el uno por el otro, que nosotros mismos.
Tampoco
quiero que te hagas el sorprendido, ellos saben quiénes somos. No lo dicen,
pero bien que lo saben. Si hasta hablan de nosotros en las noticias. Es cierto
que fue una nota que no duró más de treinta segundos y vino después del pronóstico
del clima, pero ya somos noticia nacional.
Es suficiente,
R. No somos enemigos, tú te dedicas a tus cuentos y yo… pues a mis textos y ya.
Podemos entablar una amistad normal, como lo haría cualquiera, sin paranoia. Piénsalo.
B.
Gibrán Peña Bonales
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