miércoles, 20 de julio de 2016

Muros de Palabras I


Hoy, después de leer uno de tus cuentos, comencé a utilizar la libreta que me regalaste. Escribí como lo hago pocas veces, con urgencia, como si las palabras estuvieran asfixiándome, como si de la ilación de mi prosa dependiera la vida de Estefanía, como si sintiera que, al final de cada párrafo pudiera encontrarte. No tengo ni la menor idea de si el resultado fue bueno o malo, pero sé que así debería escribir siempre. Así debería vivir siempre.
A veces, cuando me encuentro pintarrajeando estos mensajes, me pregunto si tú también me leerás y si yo también te haré pensar que la realidad de nuestro mundo, con todo y sus partidos de fútbol y sus políticos, está sostenida con las palabras. No cualquier palabra, nuestras palabras. Me gustaría que un día me lo contestarás, aunque sea en un mensaje oculto en uno de tus cuentos. Con que sientas una ligera sospecha, como ese entumecimiento que nos invade el cuerpo antes de enfermarnos, me bastaría.
Sé que no te gusta hablar de esto, pero tal vez ya vaya siendo hora de que dejemos de mandarnos mensajes. Llevamos con este juego más tiempo del que cualquier psiquiatra consideraría sano. Incluso la policía se empieza a molestar por nuestros escritos. Los llaman grafitis. Te dije que no pasaría mucho antes de que empezaran a acusarnos de vandalismo. No, no lo entienden, ni lo van a entender. ¿Y cómo quieres que lo hagan? Si reuniéramos todo lo que nos dejamos dicho en las paredes podríamos armar un libro de cientos de páginas.
De cualquier forma, ¿cuál es el objetivo de permitir que cualquier extraño se entere de nuestra vida privada? Al principio claro que me pareció un proyecto interesante, pero todo tiene un límite. ¿Crees que me divierte cómo me ve la gente por la calle? ¿O sus cuchicheos constantes? Discuten acerca de si nos amamos o nos odiamos. Es vergonzoso que unos extraños estén más interesados en descubrir lo que sentimos el uno por el otro, que nosotros mismos.
Tampoco quiero que te hagas el sorprendido, ellos saben quiénes somos. No lo dicen, pero bien que lo saben. Si hasta hablan de nosotros en las noticias. Es cierto que fue una nota que no duró más de treinta segundos y vino después del pronóstico del clima, pero ya somos noticia nacional.
Es suficiente, R. No somos enemigos, tú te dedicas a tus cuentos y yo… pues a mis textos y ya. Podemos entablar una amistad normal, como lo haría cualquiera, sin paranoia. Piénsalo.
  

                                                                                                                B.

Gibrán Peña Bonales

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